Afellay, el orgullo bereberEl jugador holandés de origen marroquí ha originado una oleada de admiración entre el pueblo 'amazigh' por lucir los colores de su bandera en la celebración de la Champions
Muchos no repararon en ello, una noche en la que el desfile de banderas es habitual en el Camp Nou. Cuando el Barça celebraba la conquista de la Liga de Campeones en Wembley, el manchego Andrés Iniesta lucía la senyera; David Villa, la bandera asturiana; Pedro se había hecho con una de Canarias y Keita mostraba orgulloso los colores de Mali, unos colores muy parecidos a los que llevaba en la espalda Ibrahim Afellay. Pero el jugador no portaba la bandera de Holanda, donde nació, ni la de Marruecos, de donde son originarios sus padres, sino una bastante desconocida de azul, verde y amarillo, con un fino símbolo rojo en medio. Las reacciones en foros de internet en media Europa y el norte de África no se hicieron esperar: «Afellay, el orgullo amazigh».
También se emocionaron en el salón de té Medina Azahara en el barrio del Raval de Barcelona, que alberga la peña barcelonista Rifenya Alhucemas. «Fue bonito e importante ver cómo un jugador del Barça recuerda sus orígenes con esa bandera. Dio en el clavo, recordando nuestra identidad y cultura», dice Rachid Ahmidouch, el presidente de la peña y que estuvo presente en las gradas de Wembley.
Las montañas del Rif
Ese pueblo al que se refiere Rachid y que ellos mismos llaman los amazigh se conoce generalmente como los bereber. «La palabra bereber viene de tiempos romanos, cuando se referían a nosotros como gente que no era autóctona del imperio romano», explica Rachid. Bereber viene de bárbaro. «Nosotros preferimos amazigh, que significa hombre libre», y que es también el idioma que hablan los bereber, diferente al árabe que los países donde viven (sobre todo Marruecos y Argelia) impusieron a la población.
Igual que la gran mayoría de inmigrantes marroquís en Europa, los padres de Afellay procedían de las montañas del Rif, de la ciudad de Alhucemas, territorio bereber. Su padre fue durante años boxeador en Barcelona antes de seguir su camino, a principios de los años 70, a Holanda. «Hablaba mejor el español que el holandés», dice Ali Afellay, el hermano mayor de Ibrahim que vela un poco por la buena adaptación del futbolista en Barcelona. «Le va bien. Después de un mes dejó el hotel y ahora vive en un piso en la ciudad», cuenta Ali. «Me encuentro de maravilla, la vida es súper aquí. Además, la gente es muy amable, siempre intentan ayudarme. Ya entiendo el español bastante, pero hablar me cuesta más», decía antes de la final el propio Ibi, que nunca se había prodigado en convertirse en un ejemplo para la juventud marroquí en Holanda o, ahora, España.
De ahí que sorprendió su reivindicación durante la celebración de la Champions, aunque Afellay nunca ha olvidado sus orígenes. Hace dos años inauguró un campo de fútbol, dentro del proyecto de los Cruyff Courts, para que los chavales de Alhucemas tuviesen un espacio donde tocar el balón y hacer partidillos. Su madre le viene a ver a menudo a Barcelona, su padre murió cuando él era muy joven.
«Gracias, Ibrahim», escribió un admirador en uno de los foros de internet. «Yo mismo soy bereber de Cabilia, en Argelia. Estoy muy orgulloso de ti y estuve muy emocionado. Has dado una lección de hombre libre a Zidane y Benzema, que son también bereber pero nunca hacen nada por nuestra cultura».
La bandera que lucía Afellay no está bien vista por marroquís que no son bereber. De hecho, no ha sido hasta la llegada del actual rey Mohammed VI cuando se ha dejado de perseguir un poco el idioma amazigh. «En eso, los catalanes y los bereber nos parecemos», dice Rachid Ahmidouch, «y por eso el Barça es un buen club para Afellay. Es un club reivindicativo, como nosotros, y no un club del poder establecido, como el Madrid».
Polémica marroquí
En Holanda, algunos marroquís ya tildaban a Afellay de traidor por elegir la selección oranje en lugar de la marroquí, y ahora los árabes desaprueban su reivindicación bereber. «Ibi no reniega de Holanda ni seguramente de Marruecos», le defiende la catalana Anabel Riveras en su blog Amazighen. «En su casa, con su madre, habla tamazigh, su lengua materna. Su cultura es distinta a la marroquí, ni mejor ni peor. Él ha querido hacer un gesto muy visible a nivel internacional luciendo la bandera y creo que con ello ha dado luz a muchos años de reivindicaciones».
Una bandera que lleva el azul del mar, el verde del campo y el amarillo de la montaña. En medio, la letra zeta en amazigh, que se asemeja a una persona. Rachid la tiene colgada en su peña Rifenya del Raval y espera que Ibi venga a saludarla algún día.
También se emocionaron en el salón de té Medina Azahara en el barrio del Raval de Barcelona, que alberga la peña barcelonista Rifenya Alhucemas. «Fue bonito e importante ver cómo un jugador del Barça recuerda sus orígenes con esa bandera. Dio en el clavo, recordando nuestra identidad y cultura», dice Rachid Ahmidouch, el presidente de la peña y que estuvo presente en las gradas de Wembley.
Las montañas del Rif
Ese pueblo al que se refiere Rachid y que ellos mismos llaman los amazigh se conoce generalmente como los bereber. «La palabra bereber viene de tiempos romanos, cuando se referían a nosotros como gente que no era autóctona del imperio romano», explica Rachid. Bereber viene de bárbaro. «Nosotros preferimos amazigh, que significa hombre libre», y que es también el idioma que hablan los bereber, diferente al árabe que los países donde viven (sobre todo Marruecos y Argelia) impusieron a la población.
Igual que la gran mayoría de inmigrantes marroquís en Europa, los padres de Afellay procedían de las montañas del Rif, de la ciudad de Alhucemas, territorio bereber. Su padre fue durante años boxeador en Barcelona antes de seguir su camino, a principios de los años 70, a Holanda. «Hablaba mejor el español que el holandés», dice Ali Afellay, el hermano mayor de Ibrahim que vela un poco por la buena adaptación del futbolista en Barcelona. «Le va bien. Después de un mes dejó el hotel y ahora vive en un piso en la ciudad», cuenta Ali. «Me encuentro de maravilla, la vida es súper aquí. Además, la gente es muy amable, siempre intentan ayudarme. Ya entiendo el español bastante, pero hablar me cuesta más», decía antes de la final el propio Ibi, que nunca se había prodigado en convertirse en un ejemplo para la juventud marroquí en Holanda o, ahora, España.
De ahí que sorprendió su reivindicación durante la celebración de la Champions, aunque Afellay nunca ha olvidado sus orígenes. Hace dos años inauguró un campo de fútbol, dentro del proyecto de los Cruyff Courts, para que los chavales de Alhucemas tuviesen un espacio donde tocar el balón y hacer partidillos. Su madre le viene a ver a menudo a Barcelona, su padre murió cuando él era muy joven.
«Gracias, Ibrahim», escribió un admirador en uno de los foros de internet. «Yo mismo soy bereber de Cabilia, en Argelia. Estoy muy orgulloso de ti y estuve muy emocionado. Has dado una lección de hombre libre a Zidane y Benzema, que son también bereber pero nunca hacen nada por nuestra cultura».
La bandera que lucía Afellay no está bien vista por marroquís que no son bereber. De hecho, no ha sido hasta la llegada del actual rey Mohammed VI cuando se ha dejado de perseguir un poco el idioma amazigh. «En eso, los catalanes y los bereber nos parecemos», dice Rachid Ahmidouch, «y por eso el Barça es un buen club para Afellay. Es un club reivindicativo, como nosotros, y no un club del poder establecido, como el Madrid».
Polémica marroquí
En Holanda, algunos marroquís ya tildaban a Afellay de traidor por elegir la selección oranje en lugar de la marroquí, y ahora los árabes desaprueban su reivindicación bereber. «Ibi no reniega de Holanda ni seguramente de Marruecos», le defiende la catalana Anabel Riveras en su blog Amazighen. «En su casa, con su madre, habla tamazigh, su lengua materna. Su cultura es distinta a la marroquí, ni mejor ni peor. Él ha querido hacer un gesto muy visible a nivel internacional luciendo la bandera y creo que con ello ha dado luz a muchos años de reivindicaciones».
Una bandera que lleva el azul del mar, el verde del campo y el amarillo de la montaña. En medio, la letra zeta en amazigh, que se asemeja a una persona. Rachid la tiene colgada en su peña Rifenya del Raval y espera que Ibi venga a saludarla algún día.
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