Saturday, 5 February 2011

Un 'Barça' de otro tiempo


Un 'Barça' de otro tiempo

Veteranos del Madrid recuerdan sus 15 victorias seguidas en la temporada 1960-1961, récord que el equipo de Guardiola, con el que ven paralelismos, aspira a batir hoy ante el Atlético

No hay récord que se le resista al Barcelona de Pep Guardiola. Ni siquiera los más añejos, como el de 15 victorias consecutivas en la Liga que el Real Madrid estableció hace 50 años, una época muy lejana en la que el linimento era la única tecnología. El equipo azulgrana lo igualó ante el Hércules en la jornada precedente y esta noche aspira a batirlo ante un Atlético al que le cuesta recuperar la sonrisa incluso tras la renovación del contrato de Agüero. "Fueron buenos tiempos. Lo que conseguimos está en los libros. Fue una proeza que solo ha podido igualar un excelentísimo Barça", asiente Pachín, defensa de aquel conjunto blanco que entre el 27 de noviembre de 1960 y el 19 de marzo de 1961 no falló una sola vez -el círculo se inició con un 7-0 al Oviedo y se cerró con un empate sin goles en el Principado-, con 57 goles a favor (3,8 de media) y ocho en contra (0,53), con triunfos sonados como un 8-0 al Elche, un 5-0 al Granada y, por encima de todos, un 3-5 al Barça de Kubala, Evaristo y Luis Suárez.

"Eso fue 11 días después de que nos eliminaran de la Copa de Europa. La primera vez que al Madrid le pasaba algo semejante... Nos conjuramos para devolverles el golpe. ¡Si unos meses antes habíamos pasado por encima del Eintracht de Francfort, por 7-3, en Glasgow en la mejor final de siempre de la Copa de Europa y del Peñarol por 5-1 en la primera edición de la Intercontinental", recuerda Canario. El extremo derecho brasileño, que rindió mejor en Chamartín que su compatriota Didí, establece los vínculos en común entre la superpotencia futbolística de la que formó parte y la "perfección" del Barça: "La transformación que desde entonces ha cambiado al deporte para siempre no esconde las similitudes entre el pasado y el presente. El éxito de nuestro Madrid y el de este Barça bebe de las mismas fuentes. Un entrenador de la casa [Miguel Muñoz], una cantera pujante, un jugador excepcional [Di Stéfano] como pieza final de un equipo que maravilla a todas las generaciones... No creo que sea una coincidencia".

Santamaría llega a la misma conclusión, por más que haga hincapié en la diferencia entre el fútbol base de los años sesenta y el way of life de La Masía. "En aquella época, los equipos no tenían la capacidad de maniobra para fichar gente que tienen hoy en día. Si había que recurrir a la cantera no era tanto por una política deportiva determinada como por las imposiciones legales. Para traer jugadores del extranjero tenían que ser descendientes de españoles. Yo mismo, Di Stéfano y Rial éramos descendientes de vascos y gallegos. Después había casos especiales, como Puskas, que contaban con autorizaciones porque venían de países con problemas bélicos", cuenta el central, que disputó el Mundial de Suiza 1954 con Uruguay y el de Chile 1962 con España.

"Otro de los paralelismos lo encontraríamos en las figuras de Miguel Muñoz y Pep Guardiola, dos hombres de la casa, que se conocen al dedillo la institución y hasta el nombre del último de los jardineros", tercia Del Sol. "Este Barça juega como lo hacía Guardiola, algo que en parte solo es posible por el respeto que infunde y porque se los conoce a todos. Lo mismo pasaba con Muñoz. Se retiró en 1958 en el Madrid y lo empezó a entrenar al año siguiente. Sabía de qué iba la cosa. Tenía muchísima experiencia. Había ganado cuatro Ligas y tres Copas de Europa sobre el campo. El vestuario le veía como a uno más. Y, casi lo más importante..., no había egos", prosigue el centrocampista, que vistió dos años la camiseta del Madrid antes de cambiarla por la de la Juventus. "Si eres de la casa y te haces cargo del equipo, lo normal es que apuestes por la cantera, ¿no? Salvo ahora, que surtimos a otros conjuntos, es un sector que en el Madrid siempre ha tenido importancia", reitera Pachín.

Por más que el ambiente en la plantilla de la temporada 1960-61 fuera ameno y cordial, todos los veteranos se detienen a venerar la figura de Di Stéfano. "Tengo la suerte de haber coincidido con Pelé, este como rival, y Alfredo, el primer jugador completo. Lo mismo atacaba que defendía, metía goles, presionaba... Simplemente, perfecto", evoca Canario. "Alfredo y Messi son dos jugadores totalmente diferentes", interviene Santamaría; "uno era un todoterreno, completo, seguramente el más completo de todos los que he visto en Sudamérica desde 1939 hasta hoy. Remataba con las dos piernas, cabeceaba, jugaba delante y detrás, era muy veloz... Difícilmente le daban una patada porque corría sin apoyar los talones".

Mientras en el Barça de la era moderna todos hacen de todo, el Madrid de Muñoz contaba con un pelotón de especialistas en el que Di Stéfano era la excepción. "Con todos mis respetos al Madrid actual, el nuestro contaba con mejores atacantes: Puskas, Gento, Di Stéfano... ¡Puafff! Siempre jugábamos al contragolpe", dice Pachín. "Éramos una máquina en la que uno luchaba más, el de al lado tenía más velocidad, el de allá más sentido común, este más gol...", compara Canario. Sigue Santamaría: "Éramos tres defensas y los medios nos ayudaban porque hacían un trabajo de sacrificio bastante importante. Del Sol creaba y defendía. Era incansable. En este Barcelona es difícil ver jugadores tan sacrificados como Canario o él porque, como tocan mucho la pelota, se mueven juntos...". Otro matiz. "En el Barça se desmarcan más para tener el balón. Nuestros desmarques eran más al espacio. Asumíamos más deberes defensivos y buscábamos más la profundidad y la velocidad de Di Stéfano y Gento. Gento era nuestra medicina: corría, se paraba en seco, volvía a correr... El defensa, a las 10 carreras, estaba muerto", apostilla Santamaría. "En la culminación del ataque estaba Puskas, que cada vez que le pegaba a la pelota en un radio de 10 metros del área la mandaba entre los tres palos", concluye Canario.

El discurso del Madrid fue tan irrebatible que solo concedió ocho puntos de 60 (la victoria valía entonces dos). El Barça, con 58, se ha dejado cinco por el camino tras su derrota con el Hércules, en la segunda jornada, y la igualada con el Mallorca el 3 de octubre. Desde entonces no hay quien le pare, con 57 goles a favor, los mismos que aquel Madrid en blanco y negro, al que mejora atrás con dos goles menos (seis; 0,4 de media). "Somos el resultado de dos remesas tan distintas que, cuando el Barça no sea lo que es, tardaremos 20 años o más en ver algo semejante", cierra Pachín. O quizás 50.

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