Messi es Di Stéfano
La Pulga anota su cuarto 'triplete' de la temporada ante el Atlético y se erige en el protagonista el día en que el Barcelona arrebata el récord de victorias consecutivas al Madrid de La Saeta Rubia
RAMON BESA - Barcelona
Messi es definitivamente la reencarnación de Di Stéfano. La Pulga merece desde ayer el trato de usted que se ganó La Saeta Rubia. Ambos son futbolistas únicos en el mundo por su virtuosismo y también por su incidencia en sus respectivos equipos. La grandeza del Madrid se explica a través de Don Alfredo de la misma manera que el Barcelona ha alcanzado la excelencia por medio de Leo. Al azulgrana le anima hoy la misma competitividad e influencia que al madridista en los años cincuenta. Messi marcó anoche tres goles y ya suma 24 en el campeonato y 40 en la temporada, cifras que permiteron al Barça cantar su victoria 16 consecutiva en la Liga, una más que el Madrid de Di Stéfano.
Al ritmo de Messi, bate todos los récords el Barcelona. Nada tuvo que decir anoche el Atlético, un equipo imprevisible, capaz de protagonizar el mayor de los ridículos o también la gesta más grandilocuente, generalmente un aguafiestas para la hinchada del Camp Nou. No respetó ni siquiera la fiesta del centenario azulgrana y acabó también con la racha del equipo de Frank Rijkaard. Nada pudo hacer en cambio frente a Messi, figura indiscutible de la jornada, más agrandado que nunca, decisivo tanto en la apertura como en el cierre del choque, autor del cuarto triplete del curso. La Pulga no parece tener límites, y menos cuando enfrente tiene al Kun Agüero y al Atlético.
El partido duró un cuarto de hora, el tiempo que tardó Messi en vencer a De Gea, abatido por el gatillo de La Pulga y al mismo tiempo abandonado por su propio equipo, que cedió la pelota y el campo al Barcelona, nada nuevo por otra parte en el Camp Nou. Los muchachos de Quique Sánchez Flores se recogieron en su cancha, procuraron alargar el campo con Agüero, más protagonista que nunca por la suplencia de Forlán, y por un momento se felicitaron porque aguantaban el empate a cero al cabo de quince minutos. La superioridad azulgrana es tan abrumadora que la mayoría de sus rivales ya no compiten por el resultado sino por retrasar al máximo la victoria barcelonista.
Quedó satisfecho el Atlético de su cuarto de hora inicial, más que nada porque pareció que al Barça le costaba empezar el partido y durante un rato jugó al pie, más lento que rápido, tan tensionado como impreciso, entregado al mundo infantil de Messi. La Pulga percibió de inmediato que el encuentro se había convertido en una cuestión personal, sobre todo porque Luis Felipe tapaba a Alves y por el otro costado no llegaba Mawxell. Había mucho revoloteo alrededor de Pedro y sobre todo de Messi. Así que La Pulga tomó la pelota, cambió hasta dos y tres veces de ritmo, eliminó a Filipe Luis, Assunção y Ujfalusi y una vez llegado al balcón del área cruzó el balón a la red del Atlético.
Messi repitió 11 minutos más tarde para resolver la contienda, ya con el equipo enchufado al completo, después de una jugada tan elaborada como afortunada por los rebotes que precedieron al tiro del argentino, que giró el tobillo como la muñeca, imposible para el portero. Alcanzada la media hora y con dos goles a cuestas, el Atlético se liberó hasta el punto de reclamar un gol a la salida de una falta que el árbitro anuló por no haber autorizado el lanzamiento. Los atléticos buscaron en las jugadas episódicas un remedio para responder al mejor fútbol de los barcelonistas, más desequilibrantes y profundos.
Infalible como rematador, Messi ejerció también el mejor de los zagueros cuando después del descanso le aguantó un cuerpo a cuerpo con Agüero, le rebañó la pelota y salió de la jugada con un autopase digno del mejor de los volantes. No se arrugó el Kun, que replicó con una jugada excepcional rematada por Filipe Luis y rechazada bajo los palos por Piqué.
El diálogo Agüero-Messi animó el segundo tiempo del partido, que resultó más desordenado que de costumbre, más a gusto del Atlético que el Barcelona. La última palabra la tuvo naturalmente Messi, que metió el tercer tanto en un remate sencillo. Los tres goles de La Pulga fueron diferentes, prueba inequívoca de su gran repertorio.
Aunque el juego alborotado del Atlético provocó un partido confuso para el Barcelona, fue a la larga el mejor marco para la expresividad de Messi, tan intervencionista que incluso cargó con una tarjeta amarilla. La Pulga tenía que ser necesariamente la figura del partido en el que el Barcelona arrebataba el récord de victorias consecutivas del Madrid de Di Stéfano. Nada tenía más sentido en una noche gloriosa para un Barça glorioso frente a un depresivo Atlético. Tres goles parece la diferencia lógica entre dos equipos con trayectorias opuestas. El Madrid decidirá hoy si su distancia con el Barcelona es de 10 o de siete puntos, en cualquier caso mucho trecho el reinado de Messi.
La Pulga anota su cuarto 'triplete' de la temporada ante el Atlético y se erige en el protagonista el día en que el Barcelona arrebata el récord de victorias consecutivas al Madrid de La Saeta Rubia
RAMON BESA - Barcelona
Messi es definitivamente la reencarnación de Di Stéfano. La Pulga merece desde ayer el trato de usted que se ganó La Saeta Rubia. Ambos son futbolistas únicos en el mundo por su virtuosismo y también por su incidencia en sus respectivos equipos. La grandeza del Madrid se explica a través de Don Alfredo de la misma manera que el Barcelona ha alcanzado la excelencia por medio de Leo. Al azulgrana le anima hoy la misma competitividad e influencia que al madridista en los años cincuenta. Messi marcó anoche tres goles y ya suma 24 en el campeonato y 40 en la temporada, cifras que permiteron al Barça cantar su victoria 16 consecutiva en la Liga, una más que el Madrid de Di Stéfano.
Al ritmo de Messi, bate todos los récords el Barcelona. Nada tuvo que decir anoche el Atlético, un equipo imprevisible, capaz de protagonizar el mayor de los ridículos o también la gesta más grandilocuente, generalmente un aguafiestas para la hinchada del Camp Nou. No respetó ni siquiera la fiesta del centenario azulgrana y acabó también con la racha del equipo de Frank Rijkaard. Nada pudo hacer en cambio frente a Messi, figura indiscutible de la jornada, más agrandado que nunca, decisivo tanto en la apertura como en el cierre del choque, autor del cuarto triplete del curso. La Pulga no parece tener límites, y menos cuando enfrente tiene al Kun Agüero y al Atlético.
El partido duró un cuarto de hora, el tiempo que tardó Messi en vencer a De Gea, abatido por el gatillo de La Pulga y al mismo tiempo abandonado por su propio equipo, que cedió la pelota y el campo al Barcelona, nada nuevo por otra parte en el Camp Nou. Los muchachos de Quique Sánchez Flores se recogieron en su cancha, procuraron alargar el campo con Agüero, más protagonista que nunca por la suplencia de Forlán, y por un momento se felicitaron porque aguantaban el empate a cero al cabo de quince minutos. La superioridad azulgrana es tan abrumadora que la mayoría de sus rivales ya no compiten por el resultado sino por retrasar al máximo la victoria barcelonista.
Quedó satisfecho el Atlético de su cuarto de hora inicial, más que nada porque pareció que al Barça le costaba empezar el partido y durante un rato jugó al pie, más lento que rápido, tan tensionado como impreciso, entregado al mundo infantil de Messi. La Pulga percibió de inmediato que el encuentro se había convertido en una cuestión personal, sobre todo porque Luis Felipe tapaba a Alves y por el otro costado no llegaba Mawxell. Había mucho revoloteo alrededor de Pedro y sobre todo de Messi. Así que La Pulga tomó la pelota, cambió hasta dos y tres veces de ritmo, eliminó a Filipe Luis, Assunção y Ujfalusi y una vez llegado al balcón del área cruzó el balón a la red del Atlético.
Messi repitió 11 minutos más tarde para resolver la contienda, ya con el equipo enchufado al completo, después de una jugada tan elaborada como afortunada por los rebotes que precedieron al tiro del argentino, que giró el tobillo como la muñeca, imposible para el portero. Alcanzada la media hora y con dos goles a cuestas, el Atlético se liberó hasta el punto de reclamar un gol a la salida de una falta que el árbitro anuló por no haber autorizado el lanzamiento. Los atléticos buscaron en las jugadas episódicas un remedio para responder al mejor fútbol de los barcelonistas, más desequilibrantes y profundos.
Infalible como rematador, Messi ejerció también el mejor de los zagueros cuando después del descanso le aguantó un cuerpo a cuerpo con Agüero, le rebañó la pelota y salió de la jugada con un autopase digno del mejor de los volantes. No se arrugó el Kun, que replicó con una jugada excepcional rematada por Filipe Luis y rechazada bajo los palos por Piqué.
El diálogo Agüero-Messi animó el segundo tiempo del partido, que resultó más desordenado que de costumbre, más a gusto del Atlético que el Barcelona. La última palabra la tuvo naturalmente Messi, que metió el tercer tanto en un remate sencillo. Los tres goles de La Pulga fueron diferentes, prueba inequívoca de su gran repertorio.
Aunque el juego alborotado del Atlético provocó un partido confuso para el Barcelona, fue a la larga el mejor marco para la expresividad de Messi, tan intervencionista que incluso cargó con una tarjeta amarilla. La Pulga tenía que ser necesariamente la figura del partido en el que el Barcelona arrebataba el récord de victorias consecutivas del Madrid de Di Stéfano. Nada tenía más sentido en una noche gloriosa para un Barça glorioso frente a un depresivo Atlético. Tres goles parece la diferencia lógica entre dos equipos con trayectorias opuestas. El Madrid decidirá hoy si su distancia con el Barcelona es de 10 o de siete puntos, en cualquier caso mucho trecho el reinado de Messi.
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