El Molinón le da el alto al Barça
El conjunto azulgrana sufre para igualar al final frente a un Sporting que le puso en apuros
RAMÓN BESA - Gijón - 12/02/2011
La racha victoriosa del Barça se acabó ayer en el mismo escenario en el que hace tres temporadas comenzó la leyenda del equipo de Guardiola. Así son los guiños del fútbol. Nadie duda de la mística del Molinón. Del Sporting han salido figuras tan queridas por el barcelonismo como Quini, Luis Enrique o Villa. Fue también desde el vestuario del Sporting donde Sotil cantó "Mamita campeonamos". Y Mourinho llegó a pensar que Guardiola y Preciado son primos hermanos. Ayer, sin embargo, los dos técnicos y sus equipos se batieron en un partido estupendo, vibrante, nada estraperlista, muy copero. No es que perdiera el Barça sino que la noticia fue que no pudo ganar al Sporting.
El partido pilló en mal momento al Barcelona, atrapado por el virus FIFA del pasado miércoles y la vuelta a la Liga de Campeones de la próxima semana en Londres, circunstancia decisiva para entender la alineación que puso Guardiola. No jugó la formación habitual sino que ayer descansaron de salida Abidal, Busquets y Pedro, un futbolista por línea, y por el contrario debutó Afellay como titular en la Liga. Aunque la marca barcelonista quedaba garantizada por el triángulo Xavi-Iniesta-Messi, su fútbol perdió intensidad y fiabilidad, se alteraron los mecanismos del juego y las acciones episódicas jugaron por una vez a favor del rival, ayer el Sporting.
A diferencia de Trezeguet en Alicante, por ejemplo, David Barral cruzó a la red la ocasión que se ganó con una jugada estupenda que delató dos de los defectos capitales del Barça nada más comenzar el partido: los dos centrales no mezclaban bien, quebrado Piqué y lento en la cobertura Milito, y el Sporting atacaba las espaldas de los laterales, sobre todo la de Alves. Muy bien parados, los rojiblancos desactivaron a los delanteros azulgrana. No había manera de que el balón llegara a Messi ni tampoco de que los barcelonistas abrieran el campo, así que el Sporting detuvo el ataque rival en la línea de tres cuartos y se disparó en rápidas transiciones cada vez que robó la pelota.
A favor de marcador, los muchachos de Preciado procuraron ser muy selectivos en sus salidas, laboriosos como estaban en defensa. Tocaba y tocaba el Barça sin conseguir meter un pase interior mientras silbada la hinchada del Sporting, confiada en la atención de sus zagueros, muy puestos y contentos, curados de espanto, sabedores de que ya pasó lo peor en jornadas como las disputadas ante el Deportivo y el Racing y que ahora se presentaba lo mejor en partidos como el de ayer contra el Barça, plano, lento, negado en el Molinón. Alcanzado el descanso, apenas se contaban dos remates en el marco de Cuellar, uno relativamente complicado de Iniesta, único referente del juego.
A Guardiola no le quedó más remedio que tirar del banquillo y quitar a Afellay. Apareció Pedro y se activó el Barça. Los azulgrana ganaron movilidad e intensidad, fueron un equipo agresivo con el balón, más reconocible y por tanto más temido por el Sporting. Los laterales se asomaron hasta el campo contrario para ensanchar el campo, los delanteros dieron profundidad a los volantes y Messi empezó a enfocar a Cuéllar. El meta respondió a dos remates consecutivos de La Pulga y a uno posterior de Alves. Los tiros se sucedían en la portería del Sporting. Hasta Preciado se dio cuenta de que el empate se mascaba y recurrió al lateral Canella por De las Cuevas.
La rueda de cambios enriqueció el partido. Preciado jugaba con negras y Guardiola movía las blancas. Achuchaba el Barcelona y defendían los 11 futbolistas del Sporting. La pelota iba y venía del área local. La perseverancia azulgrana se vio premiada con un gol estupendo de Villa, anónimo hasta entonces, el mejor en la definición. Apareció El Guaje para suerte del Barça en Gijón de la misma manera que decidió el partido del Camp Nou. El asturiano no celebró el gol y el Molinón quedó en silencio, atemorizado por el arreón barcelonista, reventado como estaba el equipo de Preciado. A los azulgrana les faltó entonces puntería, sobre todo a Pedro, para firmar la victoria.
El Sporting celebró el resultado final con la misma euforia con la que comenzó el partido. Ahora son tiempos de vino y rosas en el Molinón, más romántico que nunca, vitalista desde que la Mareona sostiene al equipo de Preciado. Distraído y contemporizador al inicio, el Barça pasó a ser después un equipo inconformista y generoso que salió renegando del campo por dejarse dos puntos que cortan su dinámica ganadora (16 partidos seguidos, diez en campo rival). La reacción azulgrana fue tan reconfortable para Guardiola como reprobable resultó su arrancada, una prueba más de que el Molinón siempre fue un estadio muy exigente, también para el Barça.
El conjunto azulgrana sufre para igualar al final frente a un Sporting que le puso en apuros
RAMÓN BESA - Gijón - 12/02/2011
La racha victoriosa del Barça se acabó ayer en el mismo escenario en el que hace tres temporadas comenzó la leyenda del equipo de Guardiola. Así son los guiños del fútbol. Nadie duda de la mística del Molinón. Del Sporting han salido figuras tan queridas por el barcelonismo como Quini, Luis Enrique o Villa. Fue también desde el vestuario del Sporting donde Sotil cantó "Mamita campeonamos". Y Mourinho llegó a pensar que Guardiola y Preciado son primos hermanos. Ayer, sin embargo, los dos técnicos y sus equipos se batieron en un partido estupendo, vibrante, nada estraperlista, muy copero. No es que perdiera el Barça sino que la noticia fue que no pudo ganar al Sporting.
El partido pilló en mal momento al Barcelona, atrapado por el virus FIFA del pasado miércoles y la vuelta a la Liga de Campeones de la próxima semana en Londres, circunstancia decisiva para entender la alineación que puso Guardiola. No jugó la formación habitual sino que ayer descansaron de salida Abidal, Busquets y Pedro, un futbolista por línea, y por el contrario debutó Afellay como titular en la Liga. Aunque la marca barcelonista quedaba garantizada por el triángulo Xavi-Iniesta-Messi, su fútbol perdió intensidad y fiabilidad, se alteraron los mecanismos del juego y las acciones episódicas jugaron por una vez a favor del rival, ayer el Sporting.
A diferencia de Trezeguet en Alicante, por ejemplo, David Barral cruzó a la red la ocasión que se ganó con una jugada estupenda que delató dos de los defectos capitales del Barça nada más comenzar el partido: los dos centrales no mezclaban bien, quebrado Piqué y lento en la cobertura Milito, y el Sporting atacaba las espaldas de los laterales, sobre todo la de Alves. Muy bien parados, los rojiblancos desactivaron a los delanteros azulgrana. No había manera de que el balón llegara a Messi ni tampoco de que los barcelonistas abrieran el campo, así que el Sporting detuvo el ataque rival en la línea de tres cuartos y se disparó en rápidas transiciones cada vez que robó la pelota.
A favor de marcador, los muchachos de Preciado procuraron ser muy selectivos en sus salidas, laboriosos como estaban en defensa. Tocaba y tocaba el Barça sin conseguir meter un pase interior mientras silbada la hinchada del Sporting, confiada en la atención de sus zagueros, muy puestos y contentos, curados de espanto, sabedores de que ya pasó lo peor en jornadas como las disputadas ante el Deportivo y el Racing y que ahora se presentaba lo mejor en partidos como el de ayer contra el Barça, plano, lento, negado en el Molinón. Alcanzado el descanso, apenas se contaban dos remates en el marco de Cuellar, uno relativamente complicado de Iniesta, único referente del juego.
A Guardiola no le quedó más remedio que tirar del banquillo y quitar a Afellay. Apareció Pedro y se activó el Barça. Los azulgrana ganaron movilidad e intensidad, fueron un equipo agresivo con el balón, más reconocible y por tanto más temido por el Sporting. Los laterales se asomaron hasta el campo contrario para ensanchar el campo, los delanteros dieron profundidad a los volantes y Messi empezó a enfocar a Cuéllar. El meta respondió a dos remates consecutivos de La Pulga y a uno posterior de Alves. Los tiros se sucedían en la portería del Sporting. Hasta Preciado se dio cuenta de que el empate se mascaba y recurrió al lateral Canella por De las Cuevas.
La rueda de cambios enriqueció el partido. Preciado jugaba con negras y Guardiola movía las blancas. Achuchaba el Barcelona y defendían los 11 futbolistas del Sporting. La pelota iba y venía del área local. La perseverancia azulgrana se vio premiada con un gol estupendo de Villa, anónimo hasta entonces, el mejor en la definición. Apareció El Guaje para suerte del Barça en Gijón de la misma manera que decidió el partido del Camp Nou. El asturiano no celebró el gol y el Molinón quedó en silencio, atemorizado por el arreón barcelonista, reventado como estaba el equipo de Preciado. A los azulgrana les faltó entonces puntería, sobre todo a Pedro, para firmar la victoria.
El Sporting celebró el resultado final con la misma euforia con la que comenzó el partido. Ahora son tiempos de vino y rosas en el Molinón, más romántico que nunca, vitalista desde que la Mareona sostiene al equipo de Preciado. Distraído y contemporizador al inicio, el Barça pasó a ser después un equipo inconformista y generoso que salió renegando del campo por dejarse dos puntos que cortan su dinámica ganadora (16 partidos seguidos, diez en campo rival). La reacción azulgrana fue tan reconfortable para Guardiola como reprobable resultó su arrancada, una prueba más de que el Molinón siempre fue un estadio muy exigente, también para el Barça.
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