Síganle el ritmo
Messi, que estuvo con nanas durante la semana, la metió de cabeza para el 1-0 y el Barcelona se floreó. Le clavó tres al Mallorca (Villa y Pedro los otros dos) y sigue a paso firme en la cima de la Liga de España.
El Barcelona le agregó un parámetro más a aquella vieja discusión futbolera que se pregunta si está el sistema por sobre los nombres o los nombres por sobre el sistema: filosofía por encima de los protagonistas. No es un dato menor para cualquier análisis: el equipo de Guardiola visitó al Mallorca sin Valdés, Puyol, Dani Alves y Xavi, engranajes esenciales en el funcionamiento del mejor equipo del mundo.
Pero, dicho está, las formas son las mismas. Entonces, Pinto se queda con lo poco que sufre. Entonces, la defensa sigue haciéndole un culto al pase y parando a ambos laterales (Maxwell y Adriano) como wings arcaicos. Entonces, Keita se manda una cuchareada exquisita para que Messi, que estuvo con nanas durante la semana y jugó todo el partido, se sirva de la duda del arquero rival, la pare de pecho y de rodaje a un golazo de cabeza...
Ahí ya no hubo dudas: el Barcelona, ganando, hipnotiza. El césped disfruta del toque, tan perfecto, que lo hace parecerse a un paño. La pelota parece tener un imán y Messi, una bestia que tiene un gol más que todo lo el equipo entero del Mallorca (26 contra 25), ya no encuentra adjetivo alguno que lo describa. Y llega el segundo de Villa dejando en ridículo al arquero. Y llega el tercero de Pedro colocándola con clase.
El rival puede plantear el partido minuciosamente, pero el toque paciente, poco a poco, lo desmigaja. Preguntarle a Mourinho, quien profesa el orden y su Real Madrid terminó con el inodoro en la cocina en aquel 5-0. Toda la Liga mira al Barcelona desde abajo, esperando alcanzarlo. Podrán hacerlo en números, pero la diferencia estética y futbolística es, claramente, mayor a cinco puntos.
Pero, dicho está, las formas son las mismas. Entonces, Pinto se queda con lo poco que sufre. Entonces, la defensa sigue haciéndole un culto al pase y parando a ambos laterales (Maxwell y Adriano) como wings arcaicos. Entonces, Keita se manda una cuchareada exquisita para que Messi, que estuvo con nanas durante la semana y jugó todo el partido, se sirva de la duda del arquero rival, la pare de pecho y de rodaje a un golazo de cabeza...
Ahí ya no hubo dudas: el Barcelona, ganando, hipnotiza. El césped disfruta del toque, tan perfecto, que lo hace parecerse a un paño. La pelota parece tener un imán y Messi, una bestia que tiene un gol más que todo lo el equipo entero del Mallorca (26 contra 25), ya no encuentra adjetivo alguno que lo describa. Y llega el segundo de Villa dejando en ridículo al arquero. Y llega el tercero de Pedro colocándola con clase.
El rival puede plantear el partido minuciosamente, pero el toque paciente, poco a poco, lo desmigaja. Preguntarle a Mourinho, quien profesa el orden y su Real Madrid terminó con el inodoro en la cocina en aquel 5-0. Toda la Liga mira al Barcelona desde abajo, esperando alcanzarlo. Podrán hacerlo en números, pero la diferencia estética y futbolística es, claramente, mayor a cinco puntos.
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