Abidal se prepara para su gran final
"¡Estoy muerto!”. La frase de Eric Abidal sorprendió al cuerpo técnico. En mitad del festejo y el jolgorio que se vivía en el vestuario del Ciutat de València como celebración de la tercera Liga consecutiva, las dos palabras del lateral francés sonaron como un latigazo. Hasta que vieron la sonrisa que iluminaba su rostro y todos comprendieron que Abidal solo hablaba de fatiga y cansancio. La fiesta, entonces, prosiguió por todo lo alto. Pero no fue una frase vana: nunca antes había dicho nada parecido, ni siquiera cuando tuvo que jugar tres partidos consecutivos en apenas seis días. Porque Abidal es un portento físico, el 'atleta' del vestuario, un hércules de ébano. Así que su breve declaración de agotamiento resultó novedosa.
Si nada se tuerce, Abidal llegará a Wembley para ser titular en su primera final de Champions. Todavía no era del Barça en París (2006) y no pudo estar en Roma (2009) por una expulsión chocante sufrida en Stamford Bridge. El pasado 15 de marzo, cuando se conoció que sufría un tumor en el hígado, nadie hubiese tenido la más leve esperanza de que el jugador podría estar en la final del 28 de mayo. Imposible. Física, mental y médicamente. Sin embargo, diecisiete días más tarde, el doctor Fuster Obregón anunció al equipo médico y técnico del club que Abidal era, a todos los efectos, un sujeto normal por lo que podía entrenarse con el equipo, como si no hubiera ocurrido nada.
El Barça acogió la noticia con entusiasmo, pero también con inmensa prudencia. Con tanta prudencia que su primera aparición en los entrenamientos, el 4 de abril, se saldó apenas con una ligera caminata. La prudencia no ha desaparecido ni un instante y, en las seis semanas transcurridas desde entonces, técnicos y médicos se han esmerado en cuidar de forma exhaustiva los pasos dados por el futbolista, conscientes que el entrenamiento de un sujeto normal no es comparable al habitual entrenamiento de Eric Abidal.
Trabajo de fuerza y resistencia
¿Por qué? Porque Abidal es un portento físico que en la presente temporada ha superado viejas dificultades. Por ejemplo, una fragilidad importante en pubis e isquiotibiales, que sufrían constantes sobrecargas. Llegó a pensarse que poseía una musculatura de cristal. Aunque en su primer curso con el Barça (2007-08) apenas sufrió dos contusiones, en la siguiente empezaron sus problemas: un quiste meniscal le apartó cinco semanas y una rotura del abductor medio le dejó fuera del equipo durante mes y medio, justo para regresar y ser expulsado en Stamford Bridge y perderse la final de Roma. En la siguiente temporada (2009-10) sufrió tres episodios: una lesión en la aponeurosis del recto anterior, con sólo quince días de baja; y una grave desinserción en el abductor izquierdo, sufrida durante un entrenamiento en Reus, lesión de la que recayó sólo tres días después de recibir el alta, hasta completar dos meses y medio de baja.
Consciente de estas dificultades, el equipo técnico y médico del Barça revisó sus protocolos y consiguió subsanar las deficiencias musculares. Esta temporada, Abidal era otro: ni una sola molestia le apartó del equipo, con el que alcanzó un estado de forma sublime, actuando de lateral o sustituyendo a Puyol como central, hasta que el tumor en el hígado le mandó al quirófano. Cuando regresó de su viaje milagroso, nadie quiso arriesgarse más allá de lo sensato. Las cargas de entrenamiento, siempre en niveles muy suaves, se iniciaron con trabajos de fuerza, las más sencillas de asimilar por el cuerpo. Dos semanas más tarde se incorporaron cargas de fuerza-resistencia, con las que el jugador empezó a sentirse de nuevo como un deportista completo. Y solo en estas dos últimas semanas se han introducido trabajos de Fuerza Explosiva con los que ha empezado a recuperar su estado de forma, aunque todavía lejos del que era a principios del mes de marzo.
Un plan progresivo
La progresión física experimentada llevó a Guardiola y sus ayudantes a pensar en un posible retorno del jugador, que se consumó ante el Real Madrid, con los simbólicos minutos de que dispuso en las semifinales de Champions. A partir de ahí se estableció un plan progresivo: 20 minutos frente al Espanyol, 60 minutos contra el Levante y 90 minutos ante Depor y Málaga. Si superaba estas pruebas de esfuerzo, Abidal sería titular en Wembley. Médicos y entrenadores evalúan de forma permanente el parámetro más importante: la recuperación metabólica del jugador. Todos sus indicadores señalan una recuperación total y perfecta, lo que permite albergar esperanzas de que dispute, al fin, la final de Champions para ayudar a frenar las balas del Manchester.
Que Abidal pueda alinearse en Wembley añadiría un estímulo emocional a un vestuario acostumbrado al sufrimiento. Roma 2009 ya fue un ejemplo duro, con Iniesta y Henry llegando medio rotos a la final, Touré debiendo alinearse de central y Sylvinho sustituyendo a Abidal en la banda izquierda. Esta temporada tampoco han faltado problemas graves: la tendinitis aguda de Xavi, resuelta con dolorosas infiltraciones de factores de crecimiento en el tendón de Aquiles; la tendinopatía de rodilla de Puyol, que ha convertido estos meses en un calvario para el capitán; las numerosas lesiones en hombres que parecían despegar (Adriano, Bojan, Maxwell, Pedro...) junto a las recaídas permanentes de Milito, siempre en la enfermería; la hernia discal del propio Pep Guardiola, vivida por la afición como en carne propia; y, finalmente, el tumor en el hígado de Abidal, un golpe terrible en la moral colectiva.
Sobreponerse a tantas desgracias forma parte del mérito del Pep Team. Recuperados prácticamente todos los jugadores (Adriano hoy, Milito en breve), sólo resta confirmar el retorno cierto de Abidal. Su único interrogante reside en la auténtica recuperación metabólica tras los esfuerzos repetidos que vivirá estas semanas. De un lado, los esfuerzos propios del entrenamiento y, de otro, y especialmente, los de los dos encuentros ligueros en que está previsto que participe. El hecho de que concluyera agotado el partido contra el Levante sólo indica que el Abidal de mayo aún no es el Abidal de marzo. Pero quienes le vieron sonreír tras pronunciar esa frase (“¡Estoy muerto!”) en el vestuario valenciano, intuyen que el regreso del héroe es imparable.
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