No llores por mí, trágica Atenas
El sumiller 'Pitu' Roca vivió en directo la debacle de Grecia ante el Milan, pero asegura que la gente que se quedó en Catalunya lo pasó peor
«Nunca se me olvidarán las cinco horas pasadas en el avión, encerrados, sin poder bajar»
Si a cualquiera de los héroes culés que se desplazaron a Atenas a volver a sufrir, a volver a luchar y a volver a perder una Copa de Europa se le pregunta qué recuerdo tienen de aquella trágica final, seguro que responden igual que Josep Pitu Roca, testimonio de la desdicha azulgrana del 18 de mayo de 1994. «Nunca se me olvidarán las cinco horas pasadas dentro del avión, sin poder bajar, encerrados como si estuviéramos en una jaula, sin una sola persona que nos diera una explicación convincente. Recuerdo la sed, la necesidad de beber, el calor sofocante y la esperanza de que alguien pusiera una escalera para poder regresar al aeropuerto».
El principio del fin del dream team, la sensación de que se acababa una época y de que nada volveria a ser igual que antes. Y, encima, el caos, el desorden, el descontrol y unos aviones que debían retornar a casa a unos culés deprimidos por la goleada sufrida ante el Milan, que se quedaban atascados en el aeropuerto de Atenas. Fue casi peor que la derrota ante un equipo lombardo que en un abrir y cerrar de ojos ya había endosado el primero de los cuatro goles a Andoni Zubizarreta, al mismo portero que al día siguiente de perder la Champions, en la jardinera que lo llevaba a otro avión, le dijeron que ya no contaban con él.
Tres estrellas Michelin
«Encerrado en el avión -tal vez para consolarse- no quise pensar en la derrota, sino en que había visto un buen partido y a un equipazo en el terreno de juego que, por desgracia, no era el nuestro». Los recuerdos de la final son de Pitu Roca, el sumiller de El Celler de Can Roca de Girona, con tres estrellas Michelin y considerado, de momento -que tiemble el primero- como el segundo mejor restaurante del mundo.
El hermano mediano de la familia Roca (Joan, el mayor, y Jordi, el benjamín, completan la saga) no se ha perdido una final desde que asistió a Sevilla. «Para mí fue peor aquella derrota. Me dejó un año entero traumatizado. El tránsito en tren por Valencia fue durísimo, con unos desalmados que tiraban piedras al vagón».
El sábado, por primera vez, se perderá una final en directo. Lo peor es que no sabe, siquiera, si la podrá ver por televisión. Precisamente, el gremio de hostelería no está muy agradecido a la UEFA por la idea de desplazar de miércoles a sábado la final de la Champions. «Con dos bodas, con un total de 400 invitados, y el restaurante abierto, cómo para plantarse delante del televisor. Como anécdota, uno de los banquetes que tenemos es por un enlace anglocatalán. Van a disponer, antes de la cena, de una pantalla gigante. Unos a favor del Barça y otros animando al Manchester. Veremos qué ocurre».
Una decisión determinante
Mientras, la memoria de Pitu sigue evocando los recuerdos de Atenas. «Llegamos a Grecia con la euforia como compañera de viaje. No habíamos tenido tiempo siquiera de celebrar la victoria en la Liga y ya estábamos inmersos en la final de la Champions. Fue imposible que los jugadores se concentraran para el partido; enfrente, nos encontramos a un Milan supermotivado... y, nosotros, prácticamente de fiesta».
La derrota, aunque no lo sumió en una depresión, como sucedió en 1986, sí le hizo tomar una decisión determinante. «La gente estaba mucho más fastidiada en Girona que en Atenas. Los que se quedaron en Catalunya digerieron peor la goleada que quienes nos desplazamos a Grecia. Fue una de las razones que nos llevó al grupo de amigos que viajamos con el Barça a fundar la peña Atenas 94, que se mantuvo activa durante unos cuantos años, y que se puso como objetivo formalizar un debate para encontrar la manera de romper con el nuñismo. Queríamos fomentar un cambio en nuestro club, que de las grandes derrotas llegaran las mejores victorias, al más puro estilo de Els Segadors. No podíamos seguir así».
El cambio tardó en producirse. El Barça vive ahora sumido en nuevos aires y la peña Atenas 94, como la final tragicómica, ya es historia. «Ahora el club se gestiona mucho mejor en todos los aspectos. Deportivamente tenemos un equipo que ocasiona un mayor respeto al rival. El conjunto de Guardiola es un bloque de jugadores serios y concentrados, al más puro estilo que representó el Milan de Desailly hace 17 años. El Barça de ahora no tiene nada que ver con los equipos del pasado». La final está servida aunque Pitu no pueda verla.
Si a cualquiera de los héroes culés que se desplazaron a Atenas a volver a sufrir, a volver a luchar y a volver a perder una Copa de Europa se le pregunta qué recuerdo tienen de aquella trágica final, seguro que responden igual que Josep Pitu Roca, testimonio de la desdicha azulgrana del 18 de mayo de 1994. «Nunca se me olvidarán las cinco horas pasadas dentro del avión, sin poder bajar, encerrados como si estuviéramos en una jaula, sin una sola persona que nos diera una explicación convincente. Recuerdo la sed, la necesidad de beber, el calor sofocante y la esperanza de que alguien pusiera una escalera para poder regresar al aeropuerto».
El principio del fin del dream team, la sensación de que se acababa una época y de que nada volveria a ser igual que antes. Y, encima, el caos, el desorden, el descontrol y unos aviones que debían retornar a casa a unos culés deprimidos por la goleada sufrida ante el Milan, que se quedaban atascados en el aeropuerto de Atenas. Fue casi peor que la derrota ante un equipo lombardo que en un abrir y cerrar de ojos ya había endosado el primero de los cuatro goles a Andoni Zubizarreta, al mismo portero que al día siguiente de perder la Champions, en la jardinera que lo llevaba a otro avión, le dijeron que ya no contaban con él.
Tres estrellas Michelin
«Encerrado en el avión -tal vez para consolarse- no quise pensar en la derrota, sino en que había visto un buen partido y a un equipazo en el terreno de juego que, por desgracia, no era el nuestro». Los recuerdos de la final son de Pitu Roca, el sumiller de El Celler de Can Roca de Girona, con tres estrellas Michelin y considerado, de momento -que tiemble el primero- como el segundo mejor restaurante del mundo.
El hermano mediano de la familia Roca (Joan, el mayor, y Jordi, el benjamín, completan la saga) no se ha perdido una final desde que asistió a Sevilla. «Para mí fue peor aquella derrota. Me dejó un año entero traumatizado. El tránsito en tren por Valencia fue durísimo, con unos desalmados que tiraban piedras al vagón».
El sábado, por primera vez, se perderá una final en directo. Lo peor es que no sabe, siquiera, si la podrá ver por televisión. Precisamente, el gremio de hostelería no está muy agradecido a la UEFA por la idea de desplazar de miércoles a sábado la final de la Champions. «Con dos bodas, con un total de 400 invitados, y el restaurante abierto, cómo para plantarse delante del televisor. Como anécdota, uno de los banquetes que tenemos es por un enlace anglocatalán. Van a disponer, antes de la cena, de una pantalla gigante. Unos a favor del Barça y otros animando al Manchester. Veremos qué ocurre».
Una decisión determinante
Mientras, la memoria de Pitu sigue evocando los recuerdos de Atenas. «Llegamos a Grecia con la euforia como compañera de viaje. No habíamos tenido tiempo siquiera de celebrar la victoria en la Liga y ya estábamos inmersos en la final de la Champions. Fue imposible que los jugadores se concentraran para el partido; enfrente, nos encontramos a un Milan supermotivado... y, nosotros, prácticamente de fiesta».
La derrota, aunque no lo sumió en una depresión, como sucedió en 1986, sí le hizo tomar una decisión determinante. «La gente estaba mucho más fastidiada en Girona que en Atenas. Los que se quedaron en Catalunya digerieron peor la goleada que quienes nos desplazamos a Grecia. Fue una de las razones que nos llevó al grupo de amigos que viajamos con el Barça a fundar la peña Atenas 94, que se mantuvo activa durante unos cuantos años, y que se puso como objetivo formalizar un debate para encontrar la manera de romper con el nuñismo. Queríamos fomentar un cambio en nuestro club, que de las grandes derrotas llegaran las mejores victorias, al más puro estilo de Els Segadors. No podíamos seguir así».
El cambio tardó en producirse. El Barça vive ahora sumido en nuevos aires y la peña Atenas 94, como la final tragicómica, ya es historia. «Ahora el club se gestiona mucho mejor en todos los aspectos. Deportivamente tenemos un equipo que ocasiona un mayor respeto al rival. El conjunto de Guardiola es un bloque de jugadores serios y concentrados, al más puro estilo que representó el Milan de Desailly hace 17 años. El Barça de ahora no tiene nada que ver con los equipos del pasado». La final está servida aunque Pitu no pueda verla.
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