Se cumplen 10 años del descubrimiento de Iniesta
Andrés celebrará ante el Atlético la llamada que recibió de Serra Ferrer para entrenarse con el primer equipo
Andrés celebrará ante el Atlético la llamada que recibió de Serra Ferrer para entrenarse con el primer equipo
Pep Guardiola lanzó el 5 de febrero de 2001 una profecía que diez años más tarde se ha cumplido al pie de la letra. Un joven de 16 años llamado Andrés Iniesta fue llamado por Llorenç Serrar Ferrer para entrenar con el primer equipo.
El entonces capitán del Barça ya estaba al corriente de la promesa que se estaba formando en La Masia y anunció a sus compañeros que “hoy he visto a un futbolista que sabe interpretar mejor el juego que yo, os acordaréis de él”. El paso del tiempo le dio la razón y, en buena parte, Guardiola es uno de los responsables de haber impulsado su carrera hasta convertirle en uno de los mejores jugadores del planeta.
Andrés tiene muy vivo en la memoria el recuerdo del 5 de febrero y también el de la víspera cuando “me avisaron en La Masia de que Serra Ferrer me había llamado para entrenar con el equipo. En principio no me lo creía, con 16 años y poder entrenar con ellos... me parecía algo increíble”. La primera idea instintiva que tuvo fue “llamar a mi familia y luego se lo dije a mis compañeros. Estaba nervioso, pero creo que pude dormir. Cuando me levanté y se acercaba el momento, la tensión iba saliendo”.
El manchego debía presentarse en los vestuarios del Camp Nou para cambiarse y recibir las consignas de Serrar Ferrer. Un trámite que para él no fue sencillo. “Recuerdo que no sabía cómo bajar al vestuario del primer equipo.
Me dirigí solo a la barrera de entrada al estadio donde estaba Calderón, el que era jefe de seguridad, y le comenté mi problema. En ese momento me dijo: ‘Espérate aquí y cuando venga un jugador del primer equipo, bajas con él’. El primero que llegó fue Luis Enrique y me subí a su coche”. Iniesta no olvida como el actual entrenador del Barça B ya tenía referencias de la joven promesa y le tranquilizó antes de entrar en la caseta. “Luis Enrique ya sabía que iba a entrenar con ellos. No sé si me había visto jugar alguna vez o lo había leído en algún periódico, pero me conocía y me trató muy bien”, relata.
El de Fuentealbilla estaba tan asombrado y alucinado que no se atrevió ni a mover los labios durante toda la mañana: “En todo el día no hablé nada. En el vestuario me quedé sentado, me cambié y lo miraba todo impresionado”. Su debut coincidió con el de dos compañeros que se quedaron por el camino como fueron “los brasileños Marcelo y Triguinho. Todos los jugadores tenían sus taquillas y nosotros nos colocamos en la zona en la que se cambian los jugadores que van subiendo, donde hay taquillas sin nombres”.
Luego tocó saltar al terreno de juego, donde Pep Guardiola analizó a un prometedor medio centro en el que vio madera suficiente como para ser un ‘grande’. Andrés no escuchó los elogios y, con la perspectiva de los años, subraya que “lo bonito es que ahora él pueda ser mi entrenador y yo su jugador. Era algo impensable hace diez años. Me fijaba en Guardiola porque junto a Laudrup eran mis ídolos de pequeño”.
Su padre José Antonio le llamó nada más terminar la sesión y como relata la información publicada por SPORT al día siguiente, el propio Andrés tuvo que tranquilizar a su progenitor: “Papá, que son normales”, fue su repuesta ante los batería de preguntas en un día tan especial.
Si hace diez años pudo cumplir su sueño también fue gracias a Albert Benaiges, a quien aprecia “como si fuera un padre. Había fines de semana en los que quedaban muchas horas muertas y me iba a su casa, estábamos con su madre, íbamos al cine o a comer... Conmigo se portó fenomenal”.
Iniesta definió el trabajo de Benaiges como “espectacular” y reivindicó que “toda la gente que aporta su grano de arena, que da la vida por este club me rece un monumento”. El centrocampista asume la marcha de su mentor a final de temporada a Dubai “porque cada uno tiene su situación personal y si Albert lo ha decidido de esta manera, será porque es lo mejor”.
El entonces capitán del Barça ya estaba al corriente de la promesa que se estaba formando en La Masia y anunció a sus compañeros que “hoy he visto a un futbolista que sabe interpretar mejor el juego que yo, os acordaréis de él”. El paso del tiempo le dio la razón y, en buena parte, Guardiola es uno de los responsables de haber impulsado su carrera hasta convertirle en uno de los mejores jugadores del planeta.
Andrés tiene muy vivo en la memoria el recuerdo del 5 de febrero y también el de la víspera cuando “me avisaron en La Masia de que Serra Ferrer me había llamado para entrenar con el equipo. En principio no me lo creía, con 16 años y poder entrenar con ellos... me parecía algo increíble”. La primera idea instintiva que tuvo fue “llamar a mi familia y luego se lo dije a mis compañeros. Estaba nervioso, pero creo que pude dormir. Cuando me levanté y se acercaba el momento, la tensión iba saliendo”.
El manchego debía presentarse en los vestuarios del Camp Nou para cambiarse y recibir las consignas de Serrar Ferrer. Un trámite que para él no fue sencillo. “Recuerdo que no sabía cómo bajar al vestuario del primer equipo.
Me dirigí solo a la barrera de entrada al estadio donde estaba Calderón, el que era jefe de seguridad, y le comenté mi problema. En ese momento me dijo: ‘Espérate aquí y cuando venga un jugador del primer equipo, bajas con él’. El primero que llegó fue Luis Enrique y me subí a su coche”. Iniesta no olvida como el actual entrenador del Barça B ya tenía referencias de la joven promesa y le tranquilizó antes de entrar en la caseta. “Luis Enrique ya sabía que iba a entrenar con ellos. No sé si me había visto jugar alguna vez o lo había leído en algún periódico, pero me conocía y me trató muy bien”, relata.
El de Fuentealbilla estaba tan asombrado y alucinado que no se atrevió ni a mover los labios durante toda la mañana: “En todo el día no hablé nada. En el vestuario me quedé sentado, me cambié y lo miraba todo impresionado”. Su debut coincidió con el de dos compañeros que se quedaron por el camino como fueron “los brasileños Marcelo y Triguinho. Todos los jugadores tenían sus taquillas y nosotros nos colocamos en la zona en la que se cambian los jugadores que van subiendo, donde hay taquillas sin nombres”.
Luego tocó saltar al terreno de juego, donde Pep Guardiola analizó a un prometedor medio centro en el que vio madera suficiente como para ser un ‘grande’. Andrés no escuchó los elogios y, con la perspectiva de los años, subraya que “lo bonito es que ahora él pueda ser mi entrenador y yo su jugador. Era algo impensable hace diez años. Me fijaba en Guardiola porque junto a Laudrup eran mis ídolos de pequeño”.
Su padre José Antonio le llamó nada más terminar la sesión y como relata la información publicada por SPORT al día siguiente, el propio Andrés tuvo que tranquilizar a su progenitor: “Papá, que son normales”, fue su repuesta ante los batería de preguntas en un día tan especial.
Si hace diez años pudo cumplir su sueño también fue gracias a Albert Benaiges, a quien aprecia “como si fuera un padre. Había fines de semana en los que quedaban muchas horas muertas y me iba a su casa, estábamos con su madre, íbamos al cine o a comer... Conmigo se portó fenomenal”.
Iniesta definió el trabajo de Benaiges como “espectacular” y reivindicó que “toda la gente que aporta su grano de arena, que da la vida por este club me rece un monumento”. El centrocampista asume la marcha de su mentor a final de temporada a Dubai “porque cada uno tiene su situación personal y si Albert lo ha decidido de esta manera, será porque es lo mejor”.
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