¡Viva la madre de Messi!
El Barça abate al Racing en un partido racheado y salpicado de jugadas preciosas
RAMON BESA- El Pais
Hoy era el cumpleaños de la mamá de Messi. A veces hay que reparar en detalles aparentemente sin trascendencia para entender determinadas actuaciones y explicar los partidos del Barça, y más cuando vuelve a sonar la música de cada jornada, tan reconocible como esperada, igual que la nana que duerme a los niños: los goles de Pedro, las ocasiones de Villa, las asistencias de Messi. Los tres Reyes Magos de Barcelona.
La Pulga no levantó los dedos índice hacia el cielo para dedicar el gol de rigor a su abuela sino que se pidió la pelota para tirar el penalti que Henrique cometió sobre Villa, engañó al portero con un tiro suave y cruzado al palo contrario y después se arremangó la zamarra azulgrana y enseñó una segunda camiseta en la que se leía: "¡Feliz cumple, mami!". Ayer era el aniversario de Doña Celia, y naturalmente, la hinchada asintió: ¡Viva la madre que te parió!
Nadie discutió con Messi, ni siquiera Villa, que muy bien podía haber pillado el balón porque es un especialista y, además, la jugada y la falta eran suyas. No dijo nada El Guaje cuando Messi tomó el cuero en el punto de penalti mientras la hinchada recordaba su fallo del miércoles en el Villamarín. A los genios, sin embargo, les gusta asumir responsabilidades y provocar suspense en los estadios. No falló anoche Messi: 2-0 y doña Celia quedó felicitada.
El partido duró un minuto escaso, el tiempo en que tardó Pedro en poner el pecho a un centro meloso desde la línea de fondo de Messi. Así acabó una exquisita combinación después que La Pulga forzara un córner poco después del saque inicial. Iniesta profundizó para Messi, el argentino tiró la pared con Villa y su centro lo empujó Pedro, que ha marcado en los cinco últimos encuentros. Los azulgrana elaboraron el juego y recuperaron la pelota igual de bien hasta convertir el encuentro en el ataque y gol de costumbre, al menos durante un cuarto de hora. El gusto por tener el balón es tan extremo que algún saque de esquina se bota en corto, nada de apuntar a los palos o buscar la entrada de los centrales, sobre todo cuando manda Messi.
La lesión de Alves y la suplencia de Piqué redundaron todavía más el protagonismo de La Pulga. El fútbol del Barça fue muy centrifugado, bueno por dentro y más discutible por fuera, falto si acaso de continuidad, muy racheado, quizá por el frío tan acusado que sacó algunos sabañones o puede que porque el encuentro se había puesto muy fácil desde la salida.
Al Barcelona le costó encontrar la portería de Toño, hasta que a la media hora llegó el penalti a Villa y Messi firmó el segundo gol del Barcelona. El paisaje invitaba a la emboscada y el Racing estuvo bien a la contra con Rosenberg. El delantero sueco asomó por el área azulgrana con frecuencia y probó con saña a Valdés. La respuesta del portero fue excelente, frente a Rosenberg y frente a un cabezazo a bocajarro de Adrián. Las dos intervenciones de Valdés fueron tan meritorias como los goles de Pedro y Messi.
El encuentro se puso por momentos un poco extraño, por no decir tonto, porque el Barcelona regulaba el juego y al Racing le faltaban juego y futbolistas para remachar sus buenas declaraciones de intenciones con un gol. Incluso sin Munitis, su santo y seña, los muchachos de Portugal funcionaron relativamente bien como equipo. Los barcelonistas se miraban a los cántabros, como si aplaudieran su empeño, y de vez en cuando aparecía Messi para acelerar el partido y dejar una ocasión o un gol: Messi abrió a Villa, Pedro taconeó el pase del Guaje para la llegada de Iniesta y el manchego embocó: ya lleva siete goles, una cifra récord, como la de 14 victorias consecutivas que le igualan al equipo de Rijkaard.
Iniesta sale aplaudido de todos los campos, también claro está del Camp Nou, que se entretuvo con la ola y los cánticos a los suyos. Los gestos técnicos del volante, la agresividad de Villa, el repertorio de Pedro y la majestuosidad de Messi le dieron altura al triunfo del Barça, menos preciso y contundente que en partidos anteriores, igualmente solvente y, ayer, solo sublime cuando pensó en el aniversario de doña Celia.
El Barça abate al Racing en un partido racheado y salpicado de jugadas preciosas
RAMON BESA- El Pais
Hoy era el cumpleaños de la mamá de Messi. A veces hay que reparar en detalles aparentemente sin trascendencia para entender determinadas actuaciones y explicar los partidos del Barça, y más cuando vuelve a sonar la música de cada jornada, tan reconocible como esperada, igual que la nana que duerme a los niños: los goles de Pedro, las ocasiones de Villa, las asistencias de Messi. Los tres Reyes Magos de Barcelona.
La Pulga no levantó los dedos índice hacia el cielo para dedicar el gol de rigor a su abuela sino que se pidió la pelota para tirar el penalti que Henrique cometió sobre Villa, engañó al portero con un tiro suave y cruzado al palo contrario y después se arremangó la zamarra azulgrana y enseñó una segunda camiseta en la que se leía: "¡Feliz cumple, mami!". Ayer era el aniversario de Doña Celia, y naturalmente, la hinchada asintió: ¡Viva la madre que te parió!
Nadie discutió con Messi, ni siquiera Villa, que muy bien podía haber pillado el balón porque es un especialista y, además, la jugada y la falta eran suyas. No dijo nada El Guaje cuando Messi tomó el cuero en el punto de penalti mientras la hinchada recordaba su fallo del miércoles en el Villamarín. A los genios, sin embargo, les gusta asumir responsabilidades y provocar suspense en los estadios. No falló anoche Messi: 2-0 y doña Celia quedó felicitada.
El partido duró un minuto escaso, el tiempo en que tardó Pedro en poner el pecho a un centro meloso desde la línea de fondo de Messi. Así acabó una exquisita combinación después que La Pulga forzara un córner poco después del saque inicial. Iniesta profundizó para Messi, el argentino tiró la pared con Villa y su centro lo empujó Pedro, que ha marcado en los cinco últimos encuentros. Los azulgrana elaboraron el juego y recuperaron la pelota igual de bien hasta convertir el encuentro en el ataque y gol de costumbre, al menos durante un cuarto de hora. El gusto por tener el balón es tan extremo que algún saque de esquina se bota en corto, nada de apuntar a los palos o buscar la entrada de los centrales, sobre todo cuando manda Messi.
La lesión de Alves y la suplencia de Piqué redundaron todavía más el protagonismo de La Pulga. El fútbol del Barça fue muy centrifugado, bueno por dentro y más discutible por fuera, falto si acaso de continuidad, muy racheado, quizá por el frío tan acusado que sacó algunos sabañones o puede que porque el encuentro se había puesto muy fácil desde la salida.
Al Barcelona le costó encontrar la portería de Toño, hasta que a la media hora llegó el penalti a Villa y Messi firmó el segundo gol del Barcelona. El paisaje invitaba a la emboscada y el Racing estuvo bien a la contra con Rosenberg. El delantero sueco asomó por el área azulgrana con frecuencia y probó con saña a Valdés. La respuesta del portero fue excelente, frente a Rosenberg y frente a un cabezazo a bocajarro de Adrián. Las dos intervenciones de Valdés fueron tan meritorias como los goles de Pedro y Messi.
El encuentro se puso por momentos un poco extraño, por no decir tonto, porque el Barcelona regulaba el juego y al Racing le faltaban juego y futbolistas para remachar sus buenas declaraciones de intenciones con un gol. Incluso sin Munitis, su santo y seña, los muchachos de Portugal funcionaron relativamente bien como equipo. Los barcelonistas se miraban a los cántabros, como si aplaudieran su empeño, y de vez en cuando aparecía Messi para acelerar el partido y dejar una ocasión o un gol: Messi abrió a Villa, Pedro taconeó el pase del Guaje para la llegada de Iniesta y el manchego embocó: ya lleva siete goles, una cifra récord, como la de 14 victorias consecutivas que le igualan al equipo de Rijkaard.
Iniesta sale aplaudido de todos los campos, también claro está del Camp Nou, que se entretuvo con la ola y los cánticos a los suyos. Los gestos técnicos del volante, la agresividad de Villa, el repertorio de Pedro y la majestuosidad de Messi le dieron altura al triunfo del Barça, menos preciso y contundente que en partidos anteriores, igualmente solvente y, ayer, solo sublime cuando pensó en el aniversario de doña Celia.
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